El alto grado de destrucción que han dejado los bombardeos israelíes y la imposibilidad de entrar a la Franja materiales para reparar infraestructura básica han llevado a los gazatíes a vivir entre aguas fecales y montañas de basura.
Infecciones y enfermedades fácilmente prevenibles y tratables se han enquistado en un territorio que se enfrenta ahora a temperaturas diarias de más de 35 grados con muy poca agua.
Y en las que las ratas, escorpiones, moscas, piojos y mosquitos están convirtiendo la existencia de sus 2,2 millones de habitantes en un auténtico “infierno en la Tierra”, como describe Louise Wateridge, portavoz de la Agencia de Naciones Unidas para los Refugiados de Palestina en Medio Oriente (UNRWA).